Álbum: Qué tienes tú
Música: Di Vicio
Año: 2017
No he empezado con el pie derecho, y alguna palabra me faltó… Imagina a Dios tratando de explicarte el amor que te tiene. Él todo lo hace bien, es una de sus características principales. Pero quizá a ti y a mi nos llegó la explicación del cristianismo un poco torcida, como a través de un teléfono descompuesto: no he empezado con el pie derecho, y alguna palabra me faltó… Pero tú me gustas hace tiempo. Desde siempre. Dios nos quiere desde antes de la creación del mundo… Y a mi me dirige el corazón… Dios no es un ser abstracto, etéreo, robótico: es persona y lo mueve el amor. Y eso no siempre es fácil de captar. ¿Cómo me va a querer si no me conoce o al menos yo no lo conozco? ¿Cómo me quiere si permite que me pasen tantas cosas malas? Yo nunca he sentido su amor…
Tú esperabas alguien que te diera lo que tú querías escuchar… ¿te acuerdas cómo reaccionaban los primeros que conocieron a Jesús? Tenían un concepto de Dios muy distinto y esperaban un Mesías muy diferente: poderoso, militar, de otro mundo, más “lógico”… Y llegó este loco a hacer que vieras, que nada se puede calcular.
Jesús desafió toda lógica humana y no quiere conformarse con nuestras expectativas. No quiere ser ese Dios que soñamos, sino el Dios con el que nunca pudimos soñar. Va por encima de todas nuestras expectativas y abre nuevos horizontes a todos con los que trata. Como ejemplo, ve lo que dice Jesús a la samaritana: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva” (San Juan 4, 10)… o todavía más duro en Cafarnaum: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente” (San Juan 6, 51). No por nada la reacción de la gente: “Al oír esto, muchos de sus discípulos dijeron: Es dura esta enseñanza, ¿quién puede escucharla?” (San Juan 6). Y “desde ese momento muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él” (San Juan 6).
Pero Jesús no se echa para atrás. Sigue firme en su “locura” y en su exigencia. Y lanza una pregunta a sus amigos más cercanos: “¿También ustedes quieren marcharse?” (San Juan 6). Un silencio largo… ¿qué dirán estos amigos tan cercanos de Jesús?
Aunque no lo dice, Jesús está pensando lo que nos sugiere esta canción: si te vas y cierras esa puerta, si te vas te pierdes lo mejor. Y si no es conmigo, dime con quien puede ser mejor.
Y nos hace esa pregunta mil veces a nosotros, cada que tenemos esta elección enfrente: ¿Jesús o no Jesús? ¿Cruz o no cruz? ¿Prefiero a Dios o me prefiero a mi? Te pierdes lo mejor… Jesús es lo mejor. Punto. Pero a veces nos hacemos bolas y dudamos, y nos equivocamos.
Jesús, sin obligarnos, nos repite en el fondo del corazón y de la conciencia: dime quédate y esta vez… Solo quédate yo te daré… Dime quédate y esta vez… Solo quédate yo te daré… Yo te daré lo mejor.
¡Qué impotencia la de un Dios omnipotente que nos quiere libres! Qué ganas le han de dar de “obligarnos” a optar por el bien: me quema, me arde… mis ganas de amarte se quedan esperando en que dirás… y se ata las manos. Espera nuestra respuesta con paciencia, pero también con el corazón encendido en un incendio de amor.
San Pedro lo sabe y no se echa para atrás. Piensa: si no es contigo, este loco olvida su razón… y responde: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios” (San Juan 6). Ojalá nosotros —siempre unidos a Pedro— respondamos igual. ¿A quien iremos? Si no es contigo, dime con quien puede ser mejor.
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