Álbum: De viaje
Música: Sin Bandera
Año: 2003
Que te quedarás conmigo una vida entera / que contigo adiós inviernos sólo primavera / que las olas son de magia y no de agua salada / yo te creo todo y tú no me das nada / tú no me das nada…
Vamos a dedicarle esta canción al diablo. Le dará gusto saber que tiene su canción y que lo reconocemos como el padre de la mentira. Y en verdad es así: es experto en mentir y es el mejor experto.
¡Qué diferentes son las promesas de Dios a las promesas del demonio! No sólo porque uno cumple sus promesas y el otro traiciona (la gran diferencia) sino por el contenido de las promesas. El demonio promete un camino fácil y atractivo que lleva directo a la barranca. Dios promete un cielo atractivo siempre y cuando pasemos por la “barranca”.
Que contigo adiós inviernos sólo primaveras… El demonio te promete una vida de cosas nuevas, buen clima, flores y campos soleados… solo para llevarte al invierno eterno. Dios nos promete la eterna primavera pero nos advierte que primero habrá invierno: frío, pocas ganas de cumplir nuestro deber, paisajes un poco tristes, quizá menos abundancia de comida, obstáculos en general.
Que si sigo tu camino llegaré hasta el cielo… No sería la primera vez que el diablo promete esto: ser como dioses o estar en su casa. Pero el camino del diablo lleva en dirección opuesta porque el cielo no es su casa y ahí no puede ser anfitrión. El demonio no soporta a Dios; no quiere saber nada de Él; está en huida permanente… y quiere llevarse a cuántos pueda con él. En cambio, la promesa de Dios es una locura. Para enseñarnos el camino se hizo hombre: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Y Jesús, que es el camino, no nos muestra una ruta de eterna primavera –olas de magia y no de agua salada– sino un camino que apunta a la resurrección… pero que antes pasa por el calvario.
Yo me trago tus palabras tu juegas un juego. No me queda claro si el diablo se divierte tentando a los hombres. Me queda claro que lo disfruta… pero es tanto su odio, que no se si cabe en su vida la sonrisa. De todos modos, juega con nosotros: cuando dices siento, siento que eres todo… es experto en hacernos sentir y en hacernos olvidar la parte de pensar. Es esa voz que nos anima a apagar la razón y el corazón para dar rienda suelta a las pasiones sin dueño: “¿o son malas las pasiones? Date un gustito, no es tan grave, solo una probadita, a ver si te gusta…” y una vez empezada la negociación, todo es de bajada pues, repito, él es el experto: ¡mientes tan bien!
Mientes tan bien, que me sabe a verdad / todo lo que me das, y ya te estoy amando / mientes tan bien, que he llegado a imaginar…
Parece verdad pero es un engaño. Todo lo que el diablo ofrece es así: tiene una parte atractiva –realmente atractiva y quizá buena– que esconde un anzuelo letal. Y el peligro es que ese anzuelo se clava y, si somos clientes frecuentes, cada vez es más difícil de sacar. Ese anzuelo no es ningún engaño y de ahí nos tira el diablo, apartándonos de Dios.
¡No podemos tener pactos con el demonio! Todo es mentira aunque nos sepa a verdad. Y lo peor es que a veces tú y yo nos damos cuenta de eso… mientes lo sé. No podemos quedarnos ahí, tratando de “negociar”. No podemos pedirle al diablo que nos permita disfrutar de la carnada sin que nos encaje el anzuelo. Yo te creo todo y tú no me das nada / tú no me das nada… en contraposición de lo que nos da Dios (todo), eso es exactamente lo que nos da el diablo: nada. Tú no me das nada. Podemos repetir eso cada que venga con una nueva tentación (y vamos a aceptar que casi nunca llega con “nuevas tentaciones”).
Aunque le hayamos dado el gusto de dedicarle una canción al padre de la mentira, ojalá le quitemos el gusto al terminar con el propósito de decirle muchas veces: mientes tan bien… pero tú no me das nada, sino que me quitas todo. Mejor, vamos a quedarnos en el camino que ha sido encarnado en la vida de Cristo.
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